Una de las ventajas de tener recuerdos es que nos proporcionan un aprendizaje y gracias ese proceso podemos continuar avanzando.
Las personas seguimos un camino que avanza de modo irregular: a veces progresamos, otras nos estancamos y otras directamente retrocedemos.
Podemos haber fracasado, sí, pero no podemos olvidar todos los aspectos positivos que hay en nuestra vida, todo lo que hemos conseguido avanzar y todo lo que todavía podemos llegar a alcanzar. Tener presentes todos nuestros éxitos pasados puede ayudarnos a vencer más fácilmente cualquier bache.
En muchas ocasiones nuestros recuerdos permanecen aletargados en el inconsciente y es probable que en nuestro ajetreado día a día apenas los tengamos presentes, pero cuando irrumpen en nuestro momento actual, nos invaden con una fuerza extraordinaria debido a la conexión emocional con el recuerdo. Así, si por ejemplo hemos visitado una ciudad o un pueblo, cuando volvemos no solo volvemos a visitar sus calles, sus edificios, sus jardines, sus restaurantes, sino que además nos conectamos a unas emociones y a la persona que fuimos cuando estuvimos allí la vez anterior.
Recordaremos la persona que fuimos y la frase de Heráclito, hace más de 2.500 años,
«Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos.»
Como he introducido un punto para recordar (los viajes), seguro que podemos asociar alguno de ellos a recuerdos placenteros,
¿Compartimos algún viaje que nos haya dejado huella, empezando por nuestra infancia o juventud?
Podemos agregarlo a este Baúl de los Recuerdos (recordar que este blog es de todos), o simplemente recrearnos en aquellas sensaciones que nos dejaron su visita. ¿Refrescamos la memoria con un viaje familiar, la visita al pueblo de los abuelos, las excursiones del colegio o un viaje para descubrir una ciudad? Y si además podemos buscar alguna fotografía relacionada, mejor que mejor.