No, no me he equivocado de apartado. Estoy haciendo referencia a un cuento de Jorge Luis Borges en el Voluntariado del Positivismo.
El miedo a perder la memoria es un miedo muy común entre las personas mayores. Los olvidos son pequeñas lagunas mentales que aparecen a cualquier edad. No encontrar las gafas, extraviar las llaves u olvidarse de una cita, aparecen más a menudo con la edad avanzada, generalmente asociados con la falta de atención, y no tienen porque ir asociados con graves patologías. Para afrontar estos olvidos es bueno mantener una estimulación continuada de nuestro cerebro. Existen multitud de actividades para estimular nuestro cerebro que vamos a trabajar juntos, si os parece bien, pero siempre intentando acompañarlas de una buena dosis de relación social. Conversar con amigos y conocidos, interesarnos por lo cotidiano y nunca dejar de aprender, resulta imprescindible. Todo ello, como es lógico, ajustado a los gustos y aptitudes de cada cual.
El argumento de “Funes el memorioso” puede resumirse en unas pocas líneas: se trata de una semblanza que hace Borges de Funes, un joven uruguayo capaz de recordar con lujo de detalles absolutamente todo lo que ha vivido, soñado e imaginado.
En el cuento, el narrador nos lleva hacia el final a una habitación a oscuras donde entabla una conversación, y Funes le cuenta haber vivido hasta sus 19 años totalmente desmemoriado. Tras la caída de un caballo, que le ocasionó un gran golpe en la cabeza, puede recordar absolutamente todo con total nitidez.
Con 19 años, Funes se pasa el día tendido, absorto en pequeños detalles de lo cotidiano. Su interlocutor llega a la conclusión de que Funes no piensa, solo recuerda. Para pensar, reflexiona, es necesario olvidar, ya que el pensamiento requiere olvidar diferencias, generalizar y abstraer, todas estas operaciones que el recuerdo constante de las percepciones concretas anula. En este sentido, las neurociencias siguen trabajando para descubrir en qué medida la producción de pensamiento requiere de la memoria y del olvido. En «Funes el memorioso» Borges ya había postulado esta relación necesaria: al recordar todo, el protagonista es incapaz de pensar, de generar ideas abstractas.